Sunday, December 11, 2011

Plátanos aplastados y cerillos de supermercado


Luego de pasar casí una hora escogiendo nuestras cosas del super para toda las semana, paga uno y se topa con esos personajes llamados "cerillos". Al parecer el apodo les viene por un gorrito rojo con que se les uniformaba hace un tiempo, también hay quien dice que es porque se encienden cuando uno no les da propina. La neta es que los cerillos hacen una chamba necesaria pero muchas veces nos prenden por su ineficiente trabajo.

La verdad es que quizá ser cerillo es la forma más aceptada de explotación infantil. Los supermercados no tienen ninguna responsabilidad con los niños de 15 o 17 años, no les pagan un solo peso pero sí se les exigen horarios que a veces exceden 6 horas de pie cargando cosas muy pesadas y hasta los obligan a comprar sus uniformes.

La Organización Munidal del Trabajo calcula que 3.5 millones de niños mexicanos trabajan en México para llevar un dinero extra a sus hogares. Se calcula que un cerillo gana al mes $2,100 pesos al mes, lo que en ocasiones es superior que trabajos para adultos. Recientemente en algunos supermercados se les ha dado la oportunidad a adultos de la tercera edad que hacen el trabajo de empacar nuestros productos.

En lo personal me parecería una buena fuente de trabajo para los niños si es que siguen estudiando y si se les dieran prestaciones legales y no se les cargara la mano en los supermercados. Mejor aún me parece que se les dé ese trabajo a los adultos que así pueden obtener un dinerito extra y además sentirse útiles. Núnca se me ha dado la ocasión de trabajar de cerillo pero quizá puede ser hasta divertido ver qué tantas cosas compra la gente.

Sea o no legal, como consumidor exijo que se instruya a los cerillos en cómo guardar las cosas en las bolsas. La verdad es que pocas veces llego contento a mi casa luego del super. Siempre hay un pan bimbo apastado por una papaya, un huevo roto porque le pusieron un galón de jugo encima, o mis plátanos estan aplastados porque un kilo de papas las hicieron pure. Por favor señor Walmart o don Julio Regalado; instruyan, enseñen y capaciten a sus cerillos para que traten con respeto al cliente, para que empaquen las cosas correctamente y para que sonrian amablemente. Pequeñas mejoras van cambiando las cosas, seguramente la próxima vez que vaya al super, si no me aplastan los huevos le daré más propina al cerillo, sin embargo está vez mi cerillo aplastó mis plátanos y eso sí que me dejó bien encendido. Mejoremos todos y seamos responsables, comencemos por las cosas pequeñas aunque sea un "cerillo".

Saturday, December 10, 2011

"Puchuquei" o Chapultepec, nuestro Central Park chilango


"Vamos a Puchiquei" le balbuceaba a a mi papá cuando tenia mi pelo de príncipe valiente. Recuerdo varias fiestas infantiles en el bosque de Chapultepec. Globos colgados con lasos de un árbol a otro, una mesa llena de comida y un gran pastel de merengue con forma de cancha de fútbol, los amigos y familiares cantando las mañanitas, los platos donde se embarraba asquerosamente la gelatina con el pastel, las deliciosas chaparritas de naranja, y algún payaso sangrón que se contrataba de cumpleaños en cumpleaños. Así recuerdo mis primeras veces en Chapultepec.

Ya de más grandecito comencé a ir a los museos del bosque. Recuerdo las polvorientas maquetas de batallas históricas en el museo del Caracol, o la increible carroza presidencial de Benito Juárez en el garage de Castillo. Pero quizá más popular era la casa de los espejos donde los gordos eran flacos y los feos aún más feos. Quizá el zoológico lo he disfrutado más ahora ya de grande, pero como olvidar aquellos gloriosos años ochenta cuando los osos panda eran la sensación y hasta Yuri les cantaba porque "aún no andaban".

¿Quién no fue a remar con sus cuates de la secundaria al lago de Chapultepec?!, recuerdo que hace un par de años, se le hizo una grieta cual tina sin corcho y se estaba yendo el agua puerca al más allá, donde por cierto, se va toda el agua de las fugas de la ciudad. No se si exista aún, pero recuerdo una mini ciudad con calles, donde te daban una bici y tenias que obedecer las reglas de tránsito, los semáforos y a los policías, quizá si existiera hoy conduciríamos más civilizados por las calles.

Sin dudarlo el museo más maravilloso de Chapultepec y quizá de México sea el de Antropología e Historia, con su Tlalóc haciendo guardia a decenas de salas de interminables objetos que no llegan a observarse y disfrutarse en un sólo día, y sus voladores de Papantla que saludan a los puntos cardinales mientras te comes tres hot dogs por 20 pesos. Recientemente me gusta que se se ha aprovechado muy bien la reja de Paseo de la Reforma donde he visto distintas exposiciones fotográficas de las minas de Naica, o hasta de Paquita la del Barrio.

El bosque de Chapultepec es un sitio multicolor lleno de comida colorida, de botargas que se quieren retratar contigo para imprimirse en un llavero, de globeros y burbujas de jabón, de ardillas mañosas que son sobrealimentadas por los visitantes. Ayer realicé una caminata perdiéndome por lugares de Chapultepec que no tenía ni idea que existían. Descubrí un manantial que Moctezuma usaba como alberca y que ahora es un agujero seco y triste. No sabía que hay un enorme monumento en honor al escuadrón 201, justo frente a un Ahuehuete ya muerto, que Moctezuma mandó sembrar hace más de 500 años. Quizá el descubrimiento más emocionante de mi visita de ayer, haya sido un audiorama, el cual aprovecha justo el espacio adyacente a una cueva (sí, hay una cueva en Chapultepec!), en donde te puedes sentar en unas agradables y coloridas bancas a leer libros que ahí te prestan, y escuchar música que va cambiando según el día de la semana. Muy agradable me pareció este oasis de relajación donde me relajé a leer unos poemas de Neruda que me transportaron lejos del bullicio de la ciudad.

Chapultepec es un sitio para andar en una bici "vintage", para irse de pinta y echar novio revolcándose entre la hojarasca, es un escape para ir a ver un Cóndor de los Andes en el corazón de una ciudad donde sólo abundan gorriones invasores. Chapultepec es un viaje por la historia de México y descubrir la torre de donde se aventaron los niños héroes. Chapultepec es el pulmón de oxígeno más grande de la ciudad pero también es el sitio donde remas entre aguas verdes. Después de haber podido visitar Central Park en Nueva York, no dudo en afirmar que nuestro Bosque de Chapultepec tiene quizá más potencial pero lo hemos abandonado mucho, ojalá hiciéramos una cuarta parte de las actividades que hacen los gringos en su parque. Ojalá hubiera un John Lennon mexicano que donara 1 millón de dólares por la conservación de un mosaico de colores junto a una banca.

"Puchiquei" como le decía o el cerro de los chapulines es de los lugares recreativos más bellos de la Ciudad de México, yo invito y espero que lo rescatemos, lo usemos, nos lo apropiemos y lo disfrutemos mucho más. Hace casi 30 años celebré mi cumpleaños en el Bosque de Chapultepec y me aventaron al pastel luego de apagar las velitas, me estaba asfixiando porque el merengue entró por mi nariz. Aún recuerdo el episodio como un trauma de la infancia, pero no fue suficiente para evitar que regrese a nuestro Central Park chilango y lo disfrute siempre como aquellas primeras veces, entre osos pandas, payasos, ardillas y globos de cumpleaños.