Friday, March 16, 2012

Britney, el almacén de espermatozoides


Hace un par de años salí de vacaciones y le encargué a Ana Laura mi cucaracha de Madagascar llamada “Britney”. La singular cucaracha llevaba conmigo cerca de siete meses en los cuales puedo asegurar que no salía de juerga por las noches. Un buen día en mi ausencia, Ana Laura metió la mano para alimentar a Britney con su habitual pedazo de manzana, cuál fue la sorpresa que se le treparon cerca de cincuenta diminutas cucarachitas recién nacidas. Nos parecía increíble que Britney aparte de silbar con sus espiráculos hubiera tenido la capacidad de embarazarse en la soledad de su cajita de mascotas.

Resulta que algunos organismos al encontrarse en ambientes adversos tienen la capacidad de guardar los espermatozoides para fecundarse y dar a luz en el momento que consideren más óptimas las condiciones ambientales. De hecho esta estrategia evolutiva puede alcanzarse por medio de dos estrategias. En la primera se almacenan los espermatozoides antes de la fecundación y en la segunda lo que sucede es que el embrión ya fecundado se guarda sin implantarse en un estado como de animación suspendida.

Quizá el grupo animal en el cual es más común al almacenamiento de espermatozoides es el de los insectos. La espermateca es el almacén que les permite a los insectos administrar los espermatozoides y fertilizar sus huevos por varios años.

Al parecer los animales solitarios que no forman lazos permanentes con su pareja utilizan estas estrategias almacenadoras. Los reptiles han mostrado impresionantes records de tiempo de almacenamiento. Algunas serpientes pueden almacenar espermatozoides hasta por tres años. Una hembra de de serpiente tiburón de Java produjo huevos fértiles luego de siete años de ser capturada. En estos casos con reptiles cabe la posibilidad de la partenogénesis, es decir que se reproduzcan sin sexo, de hecho el último caso polémico fue una dragona de Komodo que puso huevos fértiles luego de dos años de estar sola en el zoológico de Londres.

Un ejemplo en las aves son los albatros los cuales atraviesan el mundo en solitario hasta encontrar el sitio perfecto para poner y criar su pollo después de siete meses. En los mamíferos el almacenamiento de los espermatozoides se limita a unos pocos días, sin embargo; la implantación retardada es usada por los murciélagos que pueden detener el proceso por hasta 225 días mientras hibernan, esperando la estación cálidas del año. Una consecuencia ventajosa de este proceso es que las hembras tienen la capacidad de cambiar de opinión y volver a seleccionar al padre de sus crías. Desgraciadamente para los mamíferos los espermatozoides tienen una vida muy corta por lo que la mayoría sobreviven sólo 48 horas, sin embargo el tiempo máximo de almacenamiento registrado es de cinco días.

Es muy posible que nuestros hábitos solitarios lleven a las hembras humanas a tener la capacidad evolutiva de almacenar espermatozoides y poder seleccionar al macho más adecuado para producir a su hijo. Desgraciadamente dudo que alcancemos a sobrevivir para ver esos fantásticos procesos evolutivos. Por ahora nos tendremos que conformar con saber que aquel buen día Britney la cucaracha dio a luz a cincuenta crías, de quizá los mejores cincuenta machos de su población, utilizando esta fantástica capacidad reproductiva que sin duda mejoraría la prole de este mundo plagado de humanos.

16 de marzo del 2012

Tuesday, February 21, 2012

Campeche, pueblo chico infierno grande


Mientras el mundo se congela y muere de frío, aquí en la capital del Pan de Cazón-Campeche, el termómetro marca 34°C en pleno invierno. Desde que llegue me sorprendió la escasa gente que anda por las calles, el centro tan colorido bien podría ser un set de alguna película hollywoodense, de esas donde sacan alguna fiesta latina con banderolas, piñata y música. La ausencia de vida en las calles en realidad es consecuencia del calor vespertino que determina la vida cuasi soporífera de los campechanos.

Caminar por las calles de Campeche es acción remitida solamente a los turistas que no tienen más que deambular con pañuelo en mano y sombrero en cabeza, para intentar descubrir algún interesante lugar de esta tranquila ciudad. Los cuerpos obesos de los campechanos son evidencia de la vida sésil que se columpia en una habitación en penumbra. Comer y dormir, comer y dormir, el calor determina las horas que deben estar en casa escondidos del sol, y el hambre determina el momento en que es tiempo de salir a buscar una marquesita, un hotdog o unos panuchos.

Las frutas y verduras son de otro planeta, en este sólo existe el frijol, el arroz y la cebolla morada. Conseguir un jugo de naranja es un reto, pero en cualquier tiendita puedes conseguir la colección completa de la coca cola en todas sus presentaciones. El lunes es día del frijól con puerco y el viernes... también.

El transporte como toda pequeña ciudad es una pesadilla, hay que esperar hasta media hora bajo el sol el camión que te llevará aquí a dos kilómetros, poca distancia en metros pero grande en sudor e insolación. Los taxis son una plaga en la mayoría de las ciudades, sin embargo en esta es más fácil regresar caminando antes de tomar uno vacío.

Hoy es día libre porque es martes de Carnaval. Buen día para ir a una alberca y hacer burbujas bajo agua fresca, pensé. Botana lista, libro listo, traje de baño listo. Luego de intentar pedir un taxi sin éxito salgo a intentar agarrar uno a la calle. Me resguardo bajo la poca sombra del medio día, espero, pasa uno que otro auto rompiendo las celdas de calor, media hora, no pasa ni un taxi ni el camión. Al parecer el día libre incluye a todos excepto al calor que sigue irradiando. Porqué no ponemos celdas solares en todas las azoteas de la Península de Yucatán, me pregunto.

Finalmente ante el fracaso de intentar salir a refrescarme, estoy más derretido y fundido que un chocolate olvidado en el tablero de un auto negro. Decido finalmente regresar a casa, a mi pedacito de cielo, donde mi dios de 1000 watts me mantendrá alejado de este infierno grande. Estaré guardado inmóvil hasta que el señor sol decida que de nuevo es hora de que la vida salga por cada puerta de este pueblo chico infierno grande.

Thursday, January 19, 2012

Carta al posgrado en Ciencias Biológicas


Taxco, Guerrero a 19 de enero del 2012

Dra. María del Coro Arizmendi
Dirección de Posgrado en Ciencias Biológicas
PRESENTE

Por este medio queremos hacer llegar algunas observaciones y recomendaciones acerca del Curso de Inglés de escritura científica que ofreció el posgrado en Taxco, Guerrero. Antes que nada agradecemos la oportunidad de haber asistido al curso, el cual ha sido muy bueno y útil para nuestros procesos formativos como investigadores. De hecho pensamos que este curso debieran cursarlo todos los estudiantes e investigadores del Posgrado en Ciencias Biológicas.

Por otra parte, queremos sugerir las siguientes recomendaciones al Posgrado en Ciencias Biológicas, para que se mejoren los procesos administrativos y logísticos que involucran estás actividades:

1. Unificar las instrucciones para los comprobantes fiscales. Durante el curso nos dimos cuenta que tenemos tres diferentes datos de RFC y/o direcciones indicados el posgrado, por lo que no sabemos si tendremos problemas al comprobar nuestros gastos.

2. Tener cuidado al enviar datos vía correo electrónico. Dos compañeros del curso se quedaron sin seguro por depositar la cantidad errónea que se indico pagar. Además no será fácil recuperarles su dinero erróneamente depositado. Sugerimos elaborar para posteriores actividades, un instructivo único para que no haya dudas ni problemas.

3. Considerar que hay alumnos que vienen de instituciones fuera de la Ciudad de México. Se debería considerar cubrir los gastos del transporte desde sus sitios de estudio (ej. CIECO, Morelia).

4. Coordinar entre sí a todos los alumnos asistentes. Si hubiéramos sabido quiénes asistiríamos al curso hubiera sido más sencillo organizarnos para viajar y hospedarnos juntos. De esta manera hubiéramos ahorrado muchos recursos. De hecho todos suponíamos que el posgrado organizaría un autobús y nos enviarían a un mismo lugar a hospedarnos juntos.

5. La experiencia de tomar el curso en el Centro de Estudios Para Extranjeros (CEPE)-Taxco ha sido muy gratificante, sin embargo por el tipo de curso intensivo, pensamos que sería más adecuado un sitio de estudio donde se tenga la posibilidad de hospedaje y alimentación.

Reiteramos el agradecimiento por haber ofrecido el curso, esperamos que se sigan apoyando este tipo de experiencias que enriquecen mucho nuestra formación. Reciban saludos de parte de todos los estudiantes asistentes.

Atentamente

Avila Valle Zamira, Blancas Vázquez José Juan, Díaz de la Vega Anibal, Guillén Rodríguez Susana, Ibarra Alvarado Carlos Enrique, Jujnovsky Orlandini Julieta, Martínez Peralta Concepción, Ortega Olivares Myrza, Perdomo Velázquez Héctor, Queijeiro Bolaños Mónica, Rojas Saavedra Karla, Salinas Jazmín Nohemí,

c.c.p CP María de Jesús Márquez Salazar

Sunday, December 11, 2011

Plátanos aplastados y cerillos de supermercado


Luego de pasar casí una hora escogiendo nuestras cosas del super para toda las semana, paga uno y se topa con esos personajes llamados "cerillos". Al parecer el apodo les viene por un gorrito rojo con que se les uniformaba hace un tiempo, también hay quien dice que es porque se encienden cuando uno no les da propina. La neta es que los cerillos hacen una chamba necesaria pero muchas veces nos prenden por su ineficiente trabajo.

La verdad es que quizá ser cerillo es la forma más aceptada de explotación infantil. Los supermercados no tienen ninguna responsabilidad con los niños de 15 o 17 años, no les pagan un solo peso pero sí se les exigen horarios que a veces exceden 6 horas de pie cargando cosas muy pesadas y hasta los obligan a comprar sus uniformes.

La Organización Munidal del Trabajo calcula que 3.5 millones de niños mexicanos trabajan en México para llevar un dinero extra a sus hogares. Se calcula que un cerillo gana al mes $2,100 pesos al mes, lo que en ocasiones es superior que trabajos para adultos. Recientemente en algunos supermercados se les ha dado la oportunidad a adultos de la tercera edad que hacen el trabajo de empacar nuestros productos.

En lo personal me parecería una buena fuente de trabajo para los niños si es que siguen estudiando y si se les dieran prestaciones legales y no se les cargara la mano en los supermercados. Mejor aún me parece que se les dé ese trabajo a los adultos que así pueden obtener un dinerito extra y además sentirse útiles. Núnca se me ha dado la ocasión de trabajar de cerillo pero quizá puede ser hasta divertido ver qué tantas cosas compra la gente.

Sea o no legal, como consumidor exijo que se instruya a los cerillos en cómo guardar las cosas en las bolsas. La verdad es que pocas veces llego contento a mi casa luego del super. Siempre hay un pan bimbo apastado por una papaya, un huevo roto porque le pusieron un galón de jugo encima, o mis plátanos estan aplastados porque un kilo de papas las hicieron pure. Por favor señor Walmart o don Julio Regalado; instruyan, enseñen y capaciten a sus cerillos para que traten con respeto al cliente, para que empaquen las cosas correctamente y para que sonrian amablemente. Pequeñas mejoras van cambiando las cosas, seguramente la próxima vez que vaya al super, si no me aplastan los huevos le daré más propina al cerillo, sin embargo está vez mi cerillo aplastó mis plátanos y eso sí que me dejó bien encendido. Mejoremos todos y seamos responsables, comencemos por las cosas pequeñas aunque sea un "cerillo".

Saturday, December 10, 2011

"Puchuquei" o Chapultepec, nuestro Central Park chilango


"Vamos a Puchiquei" le balbuceaba a a mi papá cuando tenia mi pelo de príncipe valiente. Recuerdo varias fiestas infantiles en el bosque de Chapultepec. Globos colgados con lasos de un árbol a otro, una mesa llena de comida y un gran pastel de merengue con forma de cancha de fútbol, los amigos y familiares cantando las mañanitas, los platos donde se embarraba asquerosamente la gelatina con el pastel, las deliciosas chaparritas de naranja, y algún payaso sangrón que se contrataba de cumpleaños en cumpleaños. Así recuerdo mis primeras veces en Chapultepec.

Ya de más grandecito comencé a ir a los museos del bosque. Recuerdo las polvorientas maquetas de batallas históricas en el museo del Caracol, o la increible carroza presidencial de Benito Juárez en el garage de Castillo. Pero quizá más popular era la casa de los espejos donde los gordos eran flacos y los feos aún más feos. Quizá el zoológico lo he disfrutado más ahora ya de grande, pero como olvidar aquellos gloriosos años ochenta cuando los osos panda eran la sensación y hasta Yuri les cantaba porque "aún no andaban".

¿Quién no fue a remar con sus cuates de la secundaria al lago de Chapultepec?!, recuerdo que hace un par de años, se le hizo una grieta cual tina sin corcho y se estaba yendo el agua puerca al más allá, donde por cierto, se va toda el agua de las fugas de la ciudad. No se si exista aún, pero recuerdo una mini ciudad con calles, donde te daban una bici y tenias que obedecer las reglas de tránsito, los semáforos y a los policías, quizá si existiera hoy conduciríamos más civilizados por las calles.

Sin dudarlo el museo más maravilloso de Chapultepec y quizá de México sea el de Antropología e Historia, con su Tlalóc haciendo guardia a decenas de salas de interminables objetos que no llegan a observarse y disfrutarse en un sólo día, y sus voladores de Papantla que saludan a los puntos cardinales mientras te comes tres hot dogs por 20 pesos. Recientemente me gusta que se se ha aprovechado muy bien la reja de Paseo de la Reforma donde he visto distintas exposiciones fotográficas de las minas de Naica, o hasta de Paquita la del Barrio.

El bosque de Chapultepec es un sitio multicolor lleno de comida colorida, de botargas que se quieren retratar contigo para imprimirse en un llavero, de globeros y burbujas de jabón, de ardillas mañosas que son sobrealimentadas por los visitantes. Ayer realicé una caminata perdiéndome por lugares de Chapultepec que no tenía ni idea que existían. Descubrí un manantial que Moctezuma usaba como alberca y que ahora es un agujero seco y triste. No sabía que hay un enorme monumento en honor al escuadrón 201, justo frente a un Ahuehuete ya muerto, que Moctezuma mandó sembrar hace más de 500 años. Quizá el descubrimiento más emocionante de mi visita de ayer, haya sido un audiorama, el cual aprovecha justo el espacio adyacente a una cueva (sí, hay una cueva en Chapultepec!), en donde te puedes sentar en unas agradables y coloridas bancas a leer libros que ahí te prestan, y escuchar música que va cambiando según el día de la semana. Muy agradable me pareció este oasis de relajación donde me relajé a leer unos poemas de Neruda que me transportaron lejos del bullicio de la ciudad.

Chapultepec es un sitio para andar en una bici "vintage", para irse de pinta y echar novio revolcándose entre la hojarasca, es un escape para ir a ver un Cóndor de los Andes en el corazón de una ciudad donde sólo abundan gorriones invasores. Chapultepec es un viaje por la historia de México y descubrir la torre de donde se aventaron los niños héroes. Chapultepec es el pulmón de oxígeno más grande de la ciudad pero también es el sitio donde remas entre aguas verdes. Después de haber podido visitar Central Park en Nueva York, no dudo en afirmar que nuestro Bosque de Chapultepec tiene quizá más potencial pero lo hemos abandonado mucho, ojalá hiciéramos una cuarta parte de las actividades que hacen los gringos en su parque. Ojalá hubiera un John Lennon mexicano que donara 1 millón de dólares por la conservación de un mosaico de colores junto a una banca.

"Puchiquei" como le decía o el cerro de los chapulines es de los lugares recreativos más bellos de la Ciudad de México, yo invito y espero que lo rescatemos, lo usemos, nos lo apropiemos y lo disfrutemos mucho más. Hace casi 30 años celebré mi cumpleaños en el Bosque de Chapultepec y me aventaron al pastel luego de apagar las velitas, me estaba asfixiando porque el merengue entró por mi nariz. Aún recuerdo el episodio como un trauma de la infancia, pero no fue suficiente para evitar que regrese a nuestro Central Park chilango y lo disfrute siempre como aquellas primeras veces, entre osos pandas, payasos, ardillas y globos de cumpleaños.


Friday, November 18, 2011

Migrando a la escuela


Hace una semana le ofrecí la plática de Zoonidos a mi amiga Libertad que es maestra en el Colegio Williams, pero me pidió que en vez de esa le preparará una acerca de migraciones animales que era la unidad que estaban viendo sus alumnos. Acepté gustoso, siempre con el reto de aprender algo nuevo en el proceso de preparar la plática.

Luego de una semana de aprender que las libélulas migran persiguiendo la lluvia, que el zooplancton se mueve huyendo de sus depredadores y que Disney se burló de los lemmings porque supuestamente migraban para suicidarse, llegó finalmente el día. Esta mañana llegué temprano a la primaria donde trabaja Libertad y me tocó primero esperar en una banca mientras estaba el recreo. Quizá tenía ya como un año de ir a ningún patio de una escuela. Los niños estaban en el clásico partidito de futból, las niñas probándose la falda de revolucionarias para su bailable de la ceremonia, una bolita de niños jugando resorte, la maestras aprovechando para echar el chisme y comer algo, hasta que finalmente sonó la clásica chicharra de escuela que echó todo a perder y marcó la hora de formarse para regresar a clases.

Libertad y otras maestras estaban muy apenadas porque habían olvidado, que tenían a la hora que me citaron la ceremonia del día de la Revolución Mexicana, así que me invitaron a acercarme con los niños a ver el evento. Estoy seguro que tenía al menos 17 años de no estar en una ceremonia de escuela, cantando el clásico "se levanta en el mástil mi bandera". Escuchando el "firmes ya" del director de la escuela y cantar el Himno nacional con mi mano bien cerrada sobre el corazón. Soy un poco patriota y siempre me quejo de los futbolistas en la tele que apenas mueven la boca cuando los encuadran a la hora de estar en el Azteca lleno. Mi sugerencia es que en el camión desde la concentración se les entregue el Himno a todos para que canten con ganas. Así que pensado lo anterior y aprovechando la rara ocasión, pues me puse a cantar con más fuerza el "Mas si osaré un extraño enemigo profanar con sus plantas tus suelos" y "un soldado en cada hijo te dio" (que hace 20 años no tenía ni idea de que fregados significaba!!).

Finalmente llegó la hora de la plática y entramos a un pequeño auditorio con una batería en el escenario (por cierto, quiero aprender a tocarla!). Y comencé la plática; porqué migran los animales, las grandes migraciones de las aves, el viaje de los elefantes para conseguir agua, la persecución de los tiburones y los atunes en el Pacífico, el baile de las medusas y el sol en Palau, el recorrido de los pingüinos emperadores para alimentar a su polluelo, la subida río arriba de los salmones para morir luego de desovar y hasta la persecución de los judíos por los Nazis. Luego vino una lluvia de ordenadas e interesantes preguntas. Qué cómo saben a dónde migrar, que qué pasa si se pierden en el camino, que quiénes migran más si los humanos o los animales, que porqué nos conviene la migración.

El tiempo se nos vino encima y tuvimos que cortar las preguntas, al final recibí mi aplauso, y de repente se levanta Pablo (un niño que ya me había dicho Liber que se parecía a mi porque le gustaba la naturaleza) y que me da un papelito con un lápiz y me pide un autógrafo. Luego de escribirle algo que espero lo inspire, la manada completa de niños me pidió que también les diera su garabato a todos. Finalmente y como si no fuera ya demasiado conmovedor y emocionante, llegó una niña super dulce a decirme que yo era su "beneficio" del día. Salí del auditorio rodeado de pequeños hombrecitos platicándome de sus libros de tiburones, preguntándome si los patos canadienses estaban en extinción y despidiéndome agradecidos.

Las puertas de la escuela se cerraron detrás de mi, pero mi boca estaba abierta y muy sonriente. Caminé de regreso a mi casa con mi mochila en el hombro como hace tantos años lo hice diariamente. Me sentí muy contento y satisfecho de compartir un poco de conocimientos con los niños. Sin duda yo aprendí más y me llevo más de ellos que ellos de mí. Me encantó esta mañana regresar a la escuela, escuchar la chicharra, escuchar gritos, sentir la energía y ser el "beneficio" de un grupo de niños de 10 años. Hoy los niños me recordaron que amo lo que hago y que me hace muy feliz.

En contrasentido un gigantesco grupo de autos galoparon a toda velocidad migrando con destino desconocido, yo, simplemente camine de regreso a casa, satisfecho de haber alimentado mi espíritu.

Para miss Liber, a aquellos que me enseñaron a compartir el conocimiento y a todos los niños que les emociona nuestro maravilloso mundo como a mi.

18 de Noviembre del 2011.

Tuesday, October 25, 2011

El cielo y el infierno en una misma isla del Caribe


El pánico se desencadenaba en las calles de la isla Cozumel, como en aquellas películas de Godzilla cuando éste caminaba destruyendo edificios de cartón a su paso. Era la mañana del 18 de octubre del 2005 y lo inevitable estaba por suceder.

23 horas antes pensé que no quería repetir el tormento de vivir de nuevo la terrible experiencia de vivir un huracán. Acudí temprano con mis compañeros de trabajo a la oficina de Mexicana de aviación y conseguimos luego de una larga espera, los últimos boletos para salir de la isla. La posibilidad de alejarse por tierra ya no existía desde aquella mañana, pues el ferry había dejado de dar servicio para alejarse a puerto seguro. En ese momento había que esperar 24 horas y rezarle a alguien para que saliera nuestro avión o el huracán cambiara de dirección. Lo último me parecía casi imposible por el enorme tamaño del meteoro en las imágenes satelitales. Recuerdo que un taxista me dijo “se va a desviar esa Wilma para el norte, siempre pasa, no se preocupe, dos huracanes en la misma temporada es imposible”.

Había que estar preparados, así que fuimos de compras al único super que había, por si teníamos que quedarnos en la isla durante el huracán. Parecía que venían tiempos de guerra; anaqueles vacios y filas largas de carritos llenos de latas, botellas de agua y veladoras eran el escenario en el que cientos de cozumeleños corrían en busca de algo con que sobrevivir.

Desde Emily me impresionó que pocas horas antes de la llegada de un huracán el clima es perfecto; cielo despejado, sol intenso y una escalofriante tranquilidad, pues el huracán está concentrando el agua y viento para soltarlos con fuerza de repente. Pocas horas antes de aquel otro huracán anterior, recuerdo haber estado nadando durante la espera ya en el toque de queda. Mi mamá muy asustada que me hablaba desde la Ciudad de México no podía creer que siguiera asoleándome en una alberca muy campante.

Por la noche el pronóstico de las noticias era que Wilma era ya el huracán más grande y poderoso de la historia del Atlántico. El taxista se había equivocado. La imagen del televisor mostraba un mapa con la posible trayectoria, la línea roja atravesaba nuestra diminuta isla justo por encima.

Aquella noche casi no pude dormir, el recuerdo de aquellas horas de angustia durante Emily me daban vueltas en la cabeza. En aquel otro, mi primer huracán, terminé encerrado en un diminuto baño con otros dos compañeros abrazados a un garrafón de agua. Las paredes de lo que en ese entonces se llamaba “Hotel Days Inn” se cimbraban con la terrible fuerza del viento.

Amaneció aquel 18 de octubre del año 2005 y aún no era seguro que despegara aquel avión hacía la Ciudad de México, donde supuestamente me iría. Lo tomaríamos, o nos quedábamos con los casi 60,000 cozumeleños que no tenían más que quedarse a cuidar de sus familias y bienes.

Nos habían pedido que llamáramos al aeropuerto para ver si saldría nuestro vuelo. Decenas de llamadas sin respuesta aumentaban nuestra angustia. No recuerdo haber desayunado siquiera aquella mañana. Tomamos algunas pertenencias y con boleto en mano fuimos hasta el aeropuerto. Al cruzar la ciudad el miedo se podía ver en las caras de la gente y en la gran velocidad de las motocicletas. Filas interminables salían del interior de ferreterías y madererías. Motocicletas y triciclos que transportaban paneles de madera, apenas se reflejaban en los pocos espacios que dejaba la cinta canela en los cristales de las casas de San Miguel de Cozumel.

Al llegar al aeropuerto ya había decenas de norteamericanos angustiados y desorientados al descubrirse sin vuelos y sin saber en donde resguardarse. Mi boleto de avión era seguramente el objeto más valioso en la isla en ese momento. Varios turistas ofrecieron lo que fuera por comprarlo, mi reacción fue instantáneamente agarrarlo más fuerte. El ya solitario interior de la terminal aérea era preocupante, sin embargo una sola hilera de personas estaban ansiosas por documentar. Una voz fuerte se escuchó desde el mostrador, “el avión llegará una hora antes y esperamos que sí pueda salir, pero ya no se vayan o pueden perder su lugar”.

No llevábamos maletas pero sí sobrepeso en angustia y nervios por ya querer sentirnos seguros. Una hora más tarde el avión de Mexicana era el único sobre la solitaria pista del aeropuerto. Increíblemente un grupo de unas diez personas descendió del avión, “qué no vieron las noticias!”, me pregunté. En pocos minutos estábamos sentados en el avión que ya se tambaleaba por el viento. Eran las 11:30 de la mañana y al fin parecía que pronto estaríamos escapando seguros. Por la ventanilla miraba como el viento ya doblaba algunas ramas de árboles, el cielo gris eclipsaba a un sol que no saldría en tres días más. Siete minutos detenidos en el extremo poniente de la pista fueron una eternidad para casi 100 pasajeros que estábamos ansiosos por despegar. Después de silencio, rezos y gotas de sudor en la frente el piloto anunció el despegue. El sonido ensordecedor de las turbinas, por primera vez en mi vida me tranquilizaba un poco.

Al despegar pude ver por la ventanilla aves volando a la par del avión intentando encontrar refugio también. Las últimas personas salieron del aeropuerto y la puerta por la que habíamos salido de la sala, estaba ya cubierta con una enorme hoja de triplay. Cozumel se empequeñecía ante mis ojos y se quedaba más aislada que nunca. El avión dio una vuelta sobre la isla, abajo los 60,000 que se quedaban, una selva hermosa, aves y mamíferos endémicos, el segundo arrecife más grande del mundo, el mar turquesa y kilómetros de playas de arena blanca. A 40 pies de altura, la isla se veía tan bella y a la vez tan frágil como una maqueta de papel.

Es difícil describir mis sentimientos de aquel momento, la tranquilidad volvía a mí, pero una tristeza enorme invadía mi corazón, aquella hermosa isla que vieron mis ojos, fue con seguridad el último vistazo de lo que sería destruido en algunas horas. El avión se inclinaba hacia el cielo y Cozumel se hacía más pequeño en la ventanilla, fue inevitable ocultar las lágrimas que salieron de mis ojos. Paradójicamente me estaba yendo, pero mi corazón se quedó en la selva de Cozumel donde se estremeció durante tres días que duró la destrucción del huracán Wilma.

Meses después regresé y platiqué en Cozumel esta historia a un anciano el cual luego de sobrevivir decenas de huracanes durante su vida en la isla me dijo, “este es el precio de vivir en el paraíso”. Hoy nuestro querido Cozumel se recupera una vez más, para ser un pedazo del cielo en la tierra.

Cozumel, Quintana Roo

7 de marzo del 2007

Mis buenos deseos para mis amigos en Cozumel, si pudieron con Emily y Wilma podrán con Rina esta vez. Por favor no olviden guardar a todo los animales de la selva en sus casas.

Morelia, Michacán

25 de octubre de 2011